jueves, 1 de noviembre de 2012

CRISIS E INDEFENSIÓN APRENDIDA.



 La indefensión aprendida fue postulada por el psicólogo Martin Seligman, y hace referencia a la condición de un ser humano o animal que ha aprendido a comportarse pasivamente, sin poder hacer nada, y que no responde a pesar de que existan oportunidades para ayudarse a sí mismo evitando las circunstancias desagradables o mediante la obtención de recompensa positiva.  Esto ocurre así, porque cuando la persona o el animal percibe que haga lo que haga, las consecuencias siempre serán las mismas, es decir cuando comprueba que no tiene control en los resultados deja de defenderse antes las adversidades y desarrolla un cuadro de ansiedad y depresión, podríamos decir que se rinde.
Leyendo el otro día el periódico, me llamó la atención una noticia que hablaba de los suicidios por desahucio. No pude dejar de compararla con la indefensión aprendida.
Para el neocapitalismo y la clase política, sea del color que sea, sólo somos ratones de laboratorio con los que poder realizar experimentos. Nos enganchan a un consumismo desenfrenado, creándonos una serie de necesidades que son ficticias, pero sin las cuales ya no podemos vivir, porque es como si nos faltara nuestra dosis diaria, lo importante no es  el "ser", sino el "tener"...tanto tienes tanto vales, y ahora, cuando todos esos esquemas ficticios se desmoronan el ser humano se queda desnudo frente al mundo porque no había en él otros valores que no fueran los relacionados con ese " mundo del aparentar". Con la llegada de la crisis, el individuo reacciona, lucha, patalea, pero está llegando a un punto en que se da cuenta que sus acciones son en vano, que  caen en saco roto. Se prepara concienzudamente para poder acceder al mercado laboral, busca trabajo desesperadamente llamando a todas las puertas existentes, se ofrece para trabajar (de lo que sea), reduce gastos, deja de vivir para sobrevivir,  pide ayuda, incluso suplica, se rebaja en detrimento de su dignidad. Y aun así no consigue nada. Todo esto provoca un cuadro de decepción, impotencia, ansiedad, miedo, depresión y  desesperación que lo posiciona en un punto donde no ve salida, caldo de cultivo para los suicidios.  Y estos son los que se ven, los que salen en los periódicos, ni que decir el resto de personas, que sin llegar al suicidio viven desesperados, sin saber cómo llegar a final de mes, sin poder proyectar hacia el futuro porque todo está en el aire, limitados en todos los aspectos de su vida, tristes, asustados, con repercusiones a nivel físico, psíquico y espiritual (pérdida de sentido de vida). Pero los que tienen  el poder siguen experimentando con el ratón, para ver hasta donde aguanta, y sobre todo para crearle esa "indefensión aprendida" y así poder manejarlo a su antojo, una vez cansado y desilusionado acatará ante la imposibilidad de ver más opciones.
Quizás, en el futuro deberíamos plantearnos crear cimientos fuertes en nuestros hijos, porque el cambio sin duda debe venir desde abajo creando valores y prioridades coherentes, el hombre necesita muy poco para vivir y ser feliz y la mejor manera de inculcarlo es que aprendan a vivirlo desde pequeños, no basta con estar en el mundo, hay que enseñar a percibir y disfrutar de todas esas pequeñas cosas que son las que hacen que realmente la vida merezca la pena ser vivida y, quien sabe, a lo mejor tomar conciencia de su finitud  nos ayudaría a apreciarla más. La recuperación de esta sociedad enferma pasa por un encuentro con nuestro "yo interno", el reconocimiento de nuestras necesidades y la responsabilidad  de cubrirlas sin engancharnos a sucedáneos que sólo nos reportarán un placer momentáneo.

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